El arte de escuchar fromm pdf


















Escuchar es buscar la verdad del otro, tenerla en cuenta. Sin es- cuchar no es posible dialogar y buscar conjuntamente la verdad. Esa escucha puede causarnos dolor en nuestro interior, pero nos hace crecer en todas las direcciones. Pero la labor educativa ha subestimado el valor de la escucha. Aprendemos a hablar porque escuchamos a nuestros padres y maestros.

Escuchar requiere siempre, y en cualquier circuns- tancia, la alteridad. En este sentido, es un acto de aper- tura al «no-yo», a quien se nos acerca para hablarnos. Exige, en el fondo, un acto de confianza, porque si tememos al otro y nos escondemos, no podremos es- cucharle. La escucha requiere necesariamente la dualidad. Los prejuicios nos alejan de las personas, abren un foso entre ellas y nosotros. No debemos hacerle excesivo caso y, sobre todo, debemos evitar convertirnos en esclavos de ella.

Hay aspectos de su personalidad, su fondo emocional y su pensamiento, que no podemos hacer encajar completamente dentro de una imagen. Hace falta ser receptivo al otro, no ser esclavos de la imagen.

En la tarea de escuchar, hay que hacer previamente un ejercicio iconoclasta. Tenemos la capacidad de hacerlo, pero no siempre estamos dispuestos a ello. Una imagen negativa del otro paraliza la escucha; mejor dicho, la convierte en imposible. En cambio, una imagen positiva nos predispone a escuchar, incluso cuando, a veces, el resultado final sea muy parvo.

Ahora bien, lo que realmente escuchamos es [ Hay prejuicios que obstaculizan la escucha, pero hay otros que nos predisponen a escuchar. Para poder escuchar correctamente es necesario superar el prejuicio de la imagen. A menudo, la ima- gen del otro condiciona extraordinariamente el acto de escuchar.

El payaso sale corriendo a buscar ayuda en un pueblo cercano. Los vecinos no le creen y el circo es consumido por el fuego. En el caso del payaso, el prejuicio de la imagen hace que los receptores interpreten sus voces y gestos como si fueran una broma. Hace falta darse el tiempo para escuchar. El arte de escuchar exige tiempo. Nos hace falta un cierto tiempo para comunicar lo que sentimos en nues- tro interior, para elaborar verbalmente el mensaje que deseamos transmitir.

En el trabajo de expresarnos, llegamos a entendernos mejor a nosotros mismos. Necesitamos tiempo para decirnos y tiempo para escucharnos. Mientras estamos vivos, bulle igualmente la vida del pensamiento y el sentimiento y nos sentimos llamados a decirnos nuevamente y a escucharnos, una y otra vez.

Hay que dar al otro la oportunidad de cambiar, de transformarse, de ver las cosas de otra manera. Otras veces, no queremos expresarlo tal como lo vivimos en nuestro interior y, por razones de convivencia social, lo formulamos con eufemismos. Uno de los requisitos elementales de los buenos modales consiste en dar al otro el tiempo para que se exprese. Como consecuencia, no decimos bien lo que preten- demos comunicar, ni comprendemos correctamente lo que el otro pretende decirnos.

El mensaje, en el momento de ser emitido, no siempre encuentra la respuesta adecuada, no siempre es comprendido en su totalidad. Y, en tercer lugar, hay un tiempo de la respuesta. Apunta hacia aquello que es esencial y no busca complacer al otro ni satis- facer su vanidad; destila autenticidad y franqueza.

Muy a menudo, el receptor sufre del vicio de la impaciencia y no otorga suficiente tiempo al emisor para que exprese correctamente el mensaje que desea comunicar. Escuchar es querer entrar en el mundo del otro. Es una manera de descentrarse, de olvidarse de uno mis- mo, para llenar nuestra vida mental con las palabras del otro.

Consiste en silenciar las propias voces, para que la voz del otro resuene dentro de la interioridad propia. Escuchar es un acto de hospitalidad. Sin embargo, si estamos demasiado llenos es imposible que el otro pueda entrar. Escuchar es acoger, dar tiempo y espacio al otro, hacer un hueco en el que quepa. Somos curiosos por naturaleza. Nos place cono- cer el secreto del otro, pero el otro no siempre desea revelarnos lo que lleva dentro. Muy descontrolada. Pero que puede fallar sin el debido mantenimiento.

Es un matrimonio sin posibilidad de divorcio. El cuerpo es un templo sagrado. Sin darse cuenta, estuvo a punto de morir. Estoy a dieta. A la semana siguiente fui a verle. Dicen que sufro de un complejo desequilibrio por mi estilo de vida y tengo el cuerpo colapsado. Mi familia sabe que hago estos sacrificios por su bienestar. Le provocaba ansiedad, nerviosismo y sentimientos de fracaso. Creo que la palabra le asustaba.

Fue un verdadero bootcamp de disciplina y voluntad, para respetar la voz del cuerpo, por un motivo genuino: el bienestar del cuerpo y el alma. Hasta ahora, ha sido el mejor momento de escucha de la voz de mi cuerpo. Los yoguis, budistas y muchos atletas que aprenden a escuchar de manera cuidadosa la voz de su cuerpo logran un momento de sinergia. Esta es la gran moraleja que en este sentido nos dicta la ciencia. Muchas enfermedades progresan porque no escuchamos a nuestro cuerpo.

A veces, algunos escuchamos antes. Me asaltan antes de comenzar cada programa, al igual que al director de orquesta o al atleta. Perjudica el sistema nervioso, porque no logramos controlar sus efectos nocivos.

Sin embargo, hay verdades ancestrales que no cambian, aunque no las tengamos en cuenta. Como comunicador curioso, leo el lenguaje corporal en las entrevistas y en la vida diaria, y lo hago hasta inconscientemente.

Hay gestos elementales al alcance de todos. Los latinos, a diferencia de otras culturas, hablamos bastante con las manos. Es un lenguaje maravilloso. Inconscientemente, todos hacemos conjeturas sobre las respuestas del otro o sobre su manera de proyectarse. El 90 por ciento de nuestra charla con el mundo es corporal, no verbal.

Muchas veces, el cuerpo de una persona expresa lo contrario de lo que la persona dice: son dos mensajes opuestos e incoherentes. Nuestra personalidad es una mezcla de esos dos lenguajes. Los gestos, las expresiones faciales, las manos y hasta la forma en que nos sentamos tienen sus connotaciones.

Cada persona frente a ti es una oportunidad para escuchar. Esta libertad es lo que hace admirables los cuerpos de un ballet, que sincronizan sus movimientos para forjar una identidad. Sin darnos cuenta, sin pedir permiso, el cuerpo y sus posturas nos ubican en determinados nichos sociales. Una de las mejores habilidades que aconsejo a todo el que quiera escuchar es mirar directamente a los ojos del interlocutor. Muchos pensamos que el ejercicio no es divertido, sino tedioso, aburrido, un sacrificio.

Ejercitarse produce placer. En las jornadas con mi entrenador a veces siento que mi cuerpo no va a aguantar; pero luego experimento un confort indescriptible. Ha sido el mejor incentivo para alguien como yo, desmotivado y reacio a romper la inercia y el estado contemplativo.

Pero lo que no esperaba era que mi entrenador me prometiera un beneficio. Mientras lees este libro, el programa ya debe haber concluido. Si algo puedo asegurar es que lo que he ganado en salud no tiene precio. El plan de trabajo ha sido severo. Es tu gasolina. Debe ser equilibrada. Eso es ser y estar saludable.

A controlar la boca, me dije yo. Cuando nos sentimos felices, lo miramos todo desde un mundo de paz interior. Son hechos directamente proporcionales. Algo que continuamente te ofrezca una meta. Bendice tu cuerpo, ama tu templo. Lleva un diario por una semana. Haz un repaso de lo que comes. Creemos que Dios nos dio la lengua para no dejarla descansar, pero sirve para muchas otras cosas. Para comprenderlo de verdad y ponernos en su lugar, necesitamos estar en paz con el silencio, y aprender a apreciarlo como parte de nuestra salud y bienestar espiritual.

En una vereda se asimila al miedo, al dolor y al sufrimiento. Pasa a ser un amigo incondicional que todo lo sabe y nada cuestiona. Pero son pocos los que conocen esta cara del silencio. Hoy estuve en silencio. Gracias, Ismael, y que tu libro sea revelador para quienes lo lean.

Gracias a ti, Alejandra. Hay mucha verdad en lo que escribes. El silencio es un tesoro. Por otro lado, es sabido que algunos personajes pagan por el silencio de otros, para que no digan lo que saben.

El verdadero valor del silencio lo encuentras cuando te das cuenta de que has cometido un error y que no escuchaste el consejo de un ser querido.

En un momento de mi vida, que fue terrible, quise morir. Nunca le he contado esto a nadie, Ismael. Lo recuerdo ahora y lloro. El silencio es de sabios.

Hay silencios que traen amor y esperanza. Hay otros silencios que hieren. Yo prefiero los primeros. Gracias, amigo, por permitirme contar este secreto. No hablaba de temas espirituales ni en casa ni en el trabajo, porque dudaba de que otros se interesaran en compartir su camino.

De hecho, viajar sentado a su lado fue obra del destino. Miguel saludaba a cada uno con un abrazo de esos que no pueden describirse. No hicieron falta palabras. Es la matriz donde comulgamos con el universo. No podemos construir la paz en medio del ruido. Escuchamos a los ladrones, que esperaban a que bajara las escaleras el primer trabajador, para robarle.

En el plano de las apariencias, nos hemos acostumbrado a usar el silencio para estar a tono con lo que impone la sociedad. Y no la prudencia de contar hasta tres, si no la que puede llegar a cambiar tu vida. El silencio nos permite ser, el ruido nos obliga a estar. Pocos logran tomarse un segundo para escuchar el silencio, sentirlo, olerlo y hasta verlo.

En lo personal, considero que el alma necesita el silencio. Quien le huye al silencio le huye a sus defectos, el Sr. Silencio es experto en hacerlos notar. Gracias, Marian. En mis entrevistas trato de no tener prejuicios ni emitir juicios.

Hay momentos en que me quedo en silencio. En otros, interrumpo amablemente para repetir una frase o concepto clave y facilitar al televidente una segunda oportunidad. No siempre tenemos una respuesta para todo, no debemos sentirnos obligados a decir algo.

Pese a pasarse la vida investigando, nadie puede dominar todo el conocimiento acumulado hasta hoy. Solo en silencio, y conectados con el resto del universo, podemos comenzar a vivir la escucha divina en humildad.

No puedo ni pretendo ofrecer un concepto definitivo. Gracias, Mr. Hay mucho ruido en las ciudades. Se ignora que necesitamos terapias de silencio. Esta es una de las razones por las que visito las iglesias.

Una experiencia impresionante es nadar junto a los delfines. Todos desnudos. Si no somos capaces de negarnos a nosotros mismos, y apartar lo que creemos saber, no seremos capaces de crecer.

En la vida, como en los negocios, si hacemos siempre lo mismo para alcanzar algo nuevo, solo perfeccionaremos lo visto, sin conseguir otros descubrimientos. Lo mismo ocurre con los pensamientos. Abraza el silencio, somete tu lengua para aprender a escuchar.

El silencio es el mejor de nuestros aliados, no el enemigo. El enemigo es el ego, que vive del ruido. Sin darnos cuenta, tratando de acallar las voces del miedo, preferimos el ruido de las ciudades. Creemos que ya estamos acostumbrados, pero no, simplemente lo soportamos.

El cuerpo, de manera sabia, nos alerta del peligro. Te invito a que los veneres, porque los seres humanos adoramos el rito. El gran reto de mi vida ha sido apaciguar mi mente y aprender a amar el silencio y la soledad, para luego disfrutar doblemente del placer de compartir con otros.

Meditar es mirar hacia dentro, hurgar en espacios desatendidos de nuestra conciencia. Es infinito y extraordinario. Fue una larga aventura contra la ansiedad. Al meditar, imagina que tu cerebro es un computador. Mueve los pensamientos negativos al cesto de basura, para que desaparezcan. Hay muchas hojas de diversos colores que caen al agua. Son los pensamientos que afloran en tu mente. Si son pensamientos negativos, dales un color que no te guste.

Si son positivos, al contrario. Abraza el silencio. Quienes no pueden hacerlo arrastran cadenas mentales. Cuando estudiaba historia del arte, en Santiago de Cuba, trasnochaba leyendo los temas de la carrera. Y es cierto, fui intenso y apasionado durante la carrera. De paso, se enamora de una encantadora mujer. Gil llega a conocer a F. Hoy todo se produce en computadoras.

Y lo que nos falta por ver. Cada persona la posee, aunque no todos se atreven a imprimirle velocidad. Luego hay que seguir el camino con fe en el Creador y esperar a que se manifiesten las cosas. Sin embargo, el camino no lo dibujamos solos, pues no vivimos en una burbuja. Muchos creen en la suerte, otros no.

Son agentes de cambio, que pueden transformar sus vidas y las de aquellos a su alrededor. El caso de Celia Cruz no deja de sorprenderme. En , Celia fue seleccionada como un icono de los Estados Unidos en un concurso auspiciado por el Museo de Historia Americana del Instituto Smithsonian. Su fuerza entre los que la conocieron, su legado emotivo, hizo que le ganara a Audie Murphy, un soldado condecorado de la Segunda Guerra Mundial y estrella de cine; a la activista Alice Paul; a Frederick Douglas, un reformista social afroamericano, escritor y gran orador.

La Reina de la Salsa, indudablemente, dejaba huella por donde pasaba. Poco a poco me fueron llegando, de manera clandestina, algunas de sus famosas canciones. No puedo irme a dormir esta noche sin conocer y entrevistar a Celia, aunque sea cinco minutos. Necesito esa entrevista, Omer. Gracias, Celia.

La primera vez que la vi fue en Miami, en el Festival de la Calle 8. Su imagen y dulzura me sedujeron. Entonces nos movimos y le hicimos una foto dentro de la limosina. Escribo esto y siento gratitud hacia la vida. Ni mucho menos convertirme en amigo de algunos. Los genios casi siempre agradecieron el apoyo y la complicidad de sus colaboradores. Y esto es justamente lo que nos hace crecer, salir de nuestra zona de seguridad y expandirnos.

Las leyes universales se han replicado, sin importar la cultura o la idiosincrasia. Verdaderamente, fue muy amable. Nos acostumbramos a vivir con lo suficiente, cuando podemos hacerlo en abundancia. Sobrevivir es estresante para casi todo el mundo. Disfrutar lo extraordinario es vivir a plenitud, explotar nuestras potencialidades y superar la ley del menor esfuerzo.

Otra cosa es lo que seas capaz de hacer con los aliados, las influencias y los recursos. Sus usos, en cambio, pueden orientarse a favor o en contra de la humanidad.

Sucede lo mismo con la abundancia. El pasado no existe, es solo historia. No soy mis errores, pero vivo aprendiendo de ellos. Estos representan la puerta de mi libertad entre tantas ataduras mundanas y en un mundo dominado por el ego. Cierra los ojos. Estudia su vida. Podemos ser mejores si conseguimos guiarnos por las buenas luces y vibraciones de tanta gente espiritualmente maravillosa. Han sido muchos y de muy diverso corte, pero a todos les estoy agradecido.

Sus invitados de lujo y la forma de entrevistarlos me causaron un gran impacto. Como recuerda Michel D. La vida me ha permitido compartir con algunas figuras a las que he admirado desde siempre.

Bienvenidos, Larry y Mario. Trabajaba como disc-jockey en Miami y pensaba hacerse locutor deportivo. Las opiniones que cuentan son las del invitado. Me encanta lo que hago. Cualquier buen entrevistador tiene que ser un buen escucha. Se trata del estilo, y yo lo tengo. Mi estilo utiliza mucho la mirada. Los ojos y el contacto visual son fundamentales. Eso es todo lo que necesitas. Una vez que hayas establecido la confianza, todo funciona.

Incluso las personas malvadas. Si hablo seis de cada diez veces, entonces no sale un buen programa. Paul Newman me dijo una vez que lo interesante era que el programa se llamaba Larry King, y eso significaba que yo iba a estar de vuelta la noche siguiente. En mi vida personal me gusta opinar mucho. Si quieres ser un triunfador, hay que escuchar bien. Larry hace una pausa para decirle algo a uno de sus hijos.

Annis estaba en contra y Humphrey a favor. Fue un debate estimulante. Humphrey contra Medicare y Annis a favor. Por ejemplo, no me gustan los mensajes de texto. Yo hablo y escucho, pero no me gustan los SMS. Hay falta de escucha, de contacto interpersonal. Es una locura. Yo hablo con mis hijos sobre el tema. Trato de dar el ejemplo, me miran y saben que yo hago muchas preguntas. Yo siempre espero una respuesta. Soy un profesional. Amo mi trabajo y la industria del entretenimiento.

Por supuesto, puedo cometer errores, pero nunca a sabiendas. Pienso que hay una voz interior pero siempre trato de romper las reglas. Yo me voy con el momento. El drama de no ser escuchado Apaciguar la envidia El escuchar y el apaciguamiento del alma Los frutos de la escucha El don del consejo La docilidad La amabilidad La delicadeza El conocimiento de uno mismo Es un gozo saberse escuchado atentamente, sin acritud ni voluntad fiscalizadora.

Sin embargo, esa clase de contactos no es nada frecuente. Hay demasiado ruido. Ruido en el interior de la persona y ruido en el exterior, fuera de ella.

El ruido provoca las incomprensiones, los roces, los malentendidos. Escuchar no es algo que pueda aprenderse de golpe. Es todo un proceso. Existen personas especialmente versadas en ese arte.

No basta con saber hablar; hay que saber escuchar. Escuchar es acoger al otro en nuestra propia casa. Todos queremos ser escuchados. Todos queremos tener un hogar. En este librito que el lector tiene en sus manos, he intentado explorar el arte de saber escuchar. Debemos aprender a escuchar para comprender a quienes amamos. El escuchar no es pura pasividad. En esencia, es un acto libre.

No escucha- mos por casualidad. Escuchamos porque, previamente, hemos deseado escuchar. Viene precedida por un deseo, un anhelo. La escucha viene precedida por un deseo. Vislumbramos que en el otro hay un tesoro, un secreto que queremos conocer.

Imaginamos que puede comunicarnos un mensaje que desconocemos o que nos puede resultar provechoso y, por eso, nos disponemos a escucharlo. No se puede escuchar a todo el mundo, ni disponemos de tiempo, lugar o capacidad para escuchar atentamente a todos. En el proceso de seleccionar y distinguir podemos, ciertamente, equi- vocarnos. El arte de escuchar no es una pura pasividad. Nadie puede obligarnos a escuchar. Es preciso que lo que digamos tenga dignidad para ser escuchado, que aspiremos a decir algo significativo; pero no es absolutamente seguro que vayamos a ser escuchados.

En el fondo, es ser atento con el otro. Una manera de manifestarle nuestro respeto. Es atender y entender las razones del otro, sin alterarlas ni manipularlas. Es adoptar una forma receptiva, hacerse receptivo a recibir y acoger las palabras del otro.

El ser humano puede vivir en distintos niveles de profundidad. Su palabra y su escucha pueden practi- carse en diferentes estratos. Hay escuchas superficiales y las hay que se ejercen desde la profundidad. Esa palabra no merece respuesta. Pero la palabra pensada, meditada durante tiempo, que ha fructificado tras un largo viaje interior, necesita una cavidad muy profunda a la que ser proyectada para crecer extensamente.

Cuando escuchamos con profundidad, intentamos comprender las razones del otro, el hilo conductor que atraviesa su razonamiento.

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